El paso por la autoescuela es algo obligado, y allí nuestro sufrido profesor intentará hacer de nosotros algo que diste lo más posible de un peligro público, además de practicar todo lo que el escaso número de horas al volante de, para aprobar el dichoso carnet de conducir.
Una vez en nuestro poder el tan codiciado carné de conducir ya estamos en disposición de circular por nuestras ciudades y carreteras, y es en ese punto donde se pone de manifiesto el gran fallo de nuestro sistema; conocemos las normas de circulación, sabemos hacer moverse a nuestro vehículo, pero la mayoría no tenemos ni la mas remota idea de conducir. El siguiente periodo de aprendizaje lo hemos de completar por nuestra cuenta y riesgo, ya se sabe que “la práctica hace al maestro”, en lo que se diferencia del aprendizaje de un oficio es que en éste caso, mientras aprendemos, jugamos con accidentes de tráfico y nuestra integridad física y la de los demás.
Ya no estamos acompañados y nos enfrentamos a la vida real, sí, a todo lo que no nos contaron en la autoescuela, a ese loco que pasó a 200 km/h a un palmo de nuestro espejo retrovisor, a ese chalado que frenó de repente y sin avisar para coger una salida de la autopista, a ese tío tan raro que se pega literalmente a nuestro parachoques trasero, al despistado que nos deslumbra con las luces largas puestas, a ese descerebrado que acelera cada vez que le queremos adelantar, etc.
Es aquí donde me gustaría aclarar algo, existen muchas normas de circulación que están muy bien pensadas para situaciones hipotéticas perfectas, esto es, todo el mundo las cumple, y las señalizaciones y el estado de la vía y de la circulación es el correcto. Por desgracia no es siempre así, y se da la paradoja de que el cumplimiento riguroso de una norma de circulación puede poner en peligro a las personas (veremos algunos ejemplos en algunos de los capítulos), en mi caso, la elección siempre está tomada de antemano para salvaguardar a las personas, con ello no quiero decir que tengamos que incumplir las normas de circulación, lejos de mí cualquier intención al respecto, pero sí debemos mentalizarnos desde ahora que un buen conductor hace lo correcto en todo momento, y no debemos condicionarnos por las normas cuando está en juego la seguridad.
Claro está que nadie nace sabiendo y la mayoría de nosotros pasamos por diferentes etapas de aprendizaje, para el caso de la conducción de un automóvil podríamos hablar de estadios o situaciones por las que pasamos la mayoría de nosotros;
En un primer estadio tras el paso por la autoescuela, como hemos dicho, conocemos las normas de circulación y hemos aprendido a mover el vehículo. Yo recomiendo que a nuestros hijos u otros familiares menores de 18 años que tengan inquietud por la conducción, les dediquemos un poco de tiempo y les dejemos empezar a practicar con nosotros, lógicamente en lugares apropiados para ello.
El siguiente escalón o estadio se produce cuando alcanzamos un cierto dominio de nuestro vehículo y hemos mejorado nuestra “aptitud” para controlarlo. He de decir que esta etapa es quizá la más peligrosa, ya que muchos se confían, y debido a la falta de experiencia y de una actitud más madura, deben enfrentarse a sus primeros accidentes.
Tras algunas experiencias enriquecedoras, como rallajos y abolladuras, rellenar algunos partes de pequeños accidentes y pasar por el chapista, empezamos a reflexionar y a forjar una nueva “actitud”, nos damos cuenta que aparte de controlar nuestro coche, debemos controlar las situaciones y a los demás conductores, empezamos a tener verdadera soltura a la hora de conducir.
Lógicamente existen multitud de situaciones que se nos pueden presentar y que desconocemos, sólo con el paso de los kilómetros iremos adquiriendo experiencia y a desarrollar nuestro propio método, aunque lo hagamos de forma inconsciente.
Para todos los estadios nos pueden venir muy bien los consejos de un conductor experimentado, lo que ocurre es que únicamente recurrimos a ellos en las primeras etapas, y es inusual que nos transmitan un “método de conducción” fruto de muchos años y cientos de miles de kilómetros recorridos, bien por que ni siquiera estos conductores experimentados se han parado a pensar en sus propios conocimientos, o por la dificultad para transmitirlos.
Una vez en nuestro poder el tan codiciado carné de conducir ya estamos en disposición de circular por nuestras ciudades y carreteras, y es en ese punto donde se pone de manifiesto el gran fallo de nuestro sistema; conocemos las normas de circulación, sabemos hacer moverse a nuestro vehículo, pero la mayoría no tenemos ni la mas remota idea de conducir. El siguiente periodo de aprendizaje lo hemos de completar por nuestra cuenta y riesgo, ya se sabe que “la práctica hace al maestro”, en lo que se diferencia del aprendizaje de un oficio es que en éste caso, mientras aprendemos, jugamos con accidentes de tráfico y nuestra integridad física y la de los demás.
Ya no estamos acompañados y nos enfrentamos a la vida real, sí, a todo lo que no nos contaron en la autoescuela, a ese loco que pasó a 200 km/h a un palmo de nuestro espejo retrovisor, a ese chalado que frenó de repente y sin avisar para coger una salida de la autopista, a ese tío tan raro que se pega literalmente a nuestro parachoques trasero, al despistado que nos deslumbra con las luces largas puestas, a ese descerebrado que acelera cada vez que le queremos adelantar, etc.
Es aquí donde me gustaría aclarar algo, existen muchas normas de circulación que están muy bien pensadas para situaciones hipotéticas perfectas, esto es, todo el mundo las cumple, y las señalizaciones y el estado de la vía y de la circulación es el correcto. Por desgracia no es siempre así, y se da la paradoja de que el cumplimiento riguroso de una norma de circulación puede poner en peligro a las personas (veremos algunos ejemplos en algunos de los capítulos), en mi caso, la elección siempre está tomada de antemano para salvaguardar a las personas, con ello no quiero decir que tengamos que incumplir las normas de circulación, lejos de mí cualquier intención al respecto, pero sí debemos mentalizarnos desde ahora que un buen conductor hace lo correcto en todo momento, y no debemos condicionarnos por las normas cuando está en juego la seguridad.
Claro está que nadie nace sabiendo y la mayoría de nosotros pasamos por diferentes etapas de aprendizaje, para el caso de la conducción de un automóvil podríamos hablar de estadios o situaciones por las que pasamos la mayoría de nosotros;
En un primer estadio tras el paso por la autoescuela, como hemos dicho, conocemos las normas de circulación y hemos aprendido a mover el vehículo. Yo recomiendo que a nuestros hijos u otros familiares menores de 18 años que tengan inquietud por la conducción, les dediquemos un poco de tiempo y les dejemos empezar a practicar con nosotros, lógicamente en lugares apropiados para ello.
El siguiente escalón o estadio se produce cuando alcanzamos un cierto dominio de nuestro vehículo y hemos mejorado nuestra “aptitud” para controlarlo. He de decir que esta etapa es quizá la más peligrosa, ya que muchos se confían, y debido a la falta de experiencia y de una actitud más madura, deben enfrentarse a sus primeros accidentes.
Tras algunas experiencias enriquecedoras, como rallajos y abolladuras, rellenar algunos partes de pequeños accidentes y pasar por el chapista, empezamos a reflexionar y a forjar una nueva “actitud”, nos damos cuenta que aparte de controlar nuestro coche, debemos controlar las situaciones y a los demás conductores, empezamos a tener verdadera soltura a la hora de conducir.
Lógicamente existen multitud de situaciones que se nos pueden presentar y que desconocemos, sólo con el paso de los kilómetros iremos adquiriendo experiencia y a desarrollar nuestro propio método, aunque lo hagamos de forma inconsciente.
Para todos los estadios nos pueden venir muy bien los consejos de un conductor experimentado, lo que ocurre es que únicamente recurrimos a ellos en las primeras etapas, y es inusual que nos transmitan un “método de conducción” fruto de muchos años y cientos de miles de kilómetros recorridos, bien por que ni siquiera estos conductores experimentados se han parado a pensar en sus propios conocimientos, o por la dificultad para transmitirlos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario